Como siempre, de casualidad, terminé caminando por calle San Juan, durante varias cuadras, y observando vi dos demoliciones en calles transversales. Una es buena, porque lo demolido era un adefesio horrendo. La otra, no, porque era una de tantas edificaciones antiguas que, si bien no tienen abolengo ni grandes ornatos, al perderse, se pierde para siempre.

Creo que me hubiera dado tétanos de solo mirar esa cosa, así que celebro que se la demuela. Casi cualquier cosa que edifiquen en ese lugar será más bella. Y ni hablar del hecho de recuperar un lugar que a toda vista estaba abandonado y sin uso. Alguien me comentó que, si mal no recuerda, antes era una bar o rotisería.
La historia del árbol rojo da para una entrada aparte, así que la dejo como curiosidad para más adelante, ya que forma parte del folklore local reciente.

Lamentablemente al lado hay una edificación que ya de por sí reúne todos los requisitos para ser mi sospechosa. La foto es del año pasado y se advierte que ya estaba tapiada, prolijamente pero tapiada. Una verdadera pena. No he podido pasar nuevamente por el lugar pero estoy 90% seguro de que esta es la casa.
La ciudad muta constantemente. En estos meses vi cómo desaparecían muchos edificios abandonados, edificios sin ningún valor patrimonial y/o más modernos. Celebro esa reconversión, el recuperar espacios muertos o mal utilizados, pero siempre que no se rompan estas pocas joyas del pasado, que cada vez son más escasas. Por eso celebro la primera demolición, pero no esta.
Como dije antes, tengo muchas fotos más para mostrarles. Algunas son tristes, pero no todas.
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