viernes, 13 de diciembre de 2019

Ricchieri esquina Córdoba: cuando al dueño le importa

Frecuento semanalmente esta esquina, a veces paso por enfrente, pero generalmente por este hermoso edificio en el que hasta hace poco funcionaba una mueblería.

Hace unas semanas llego y veo un gran vallado con cintas de peligro. Primero no entendía lo que pasaba, después cuando llegué a uno de los vértices vi esto y ya me cerró todo.


Levanté la vista y vi que, efectivamente, esos pedazos de revoque rosa eran del balcón.


Incluso miré los demás balcones y aunque no vi grandes caídas de material, sí había rajaduras y cosas preocupantes.

Hasta acá, un caso más de los que están pasando en Rosario, donde edificaciones de todo tipo se caen a pedazos y a nadie le importa nada... Pero no. Cuando pasé la semana siguiente, vi esto:






No solo habían arreglado la caída de material, sino que habían picado y rellenado grietas y otros lugares peligrosos, no solo en ese balcón sino también en los laterales, como se puede apreciar en el hecho de que las partes nuevas no están pintadas de rosa.

Cuando a un dueño le interesa su edificio, lo repara y restaura, bien o mal, pero lo mantiene en pie.

Falta mucho de esto en Rosario.

martes, 10 de diciembre de 2019

Lavada de cara a la Plaza Árabe y el Pasaje Tarrico

En esta entrada cerraba el recorrido por esa peculiar y olvidada/perdida/borrada zona de Rosario, comentando cómo la plaza Árabe estaba en un estado de abandono.

Bueno, hace unos días pasé y descubrí que había sido repintada, al menos en parte. No pude sacar muchas fotos por la prisa, pero algo es algo.



Por lo que veo faltan las placas que identifiquen a los países representados en cada bandera, pero bueno... supongo que ya lo deben tener hecho.

Además, un par de semanas después, como siempre, pasé frente al Pasaje Tarrico, pero algo había cambiado. La campaña de señalización de la Muni había llegado ahí, y ahora tenía un nuevo y hermoso cartel que le da nombre a algo hermoso e invisibilizado, perdido en el centro más centro de la ciudad:



Algo han mejorado, sobre todo con la inclusión del mobiliario urbano para sentarse y algo de pintura... Pero lo curioso es que casi no se puede pasar por ahí, mucho "pasaje" pero está todo bloqueado, solo se puede acceder desde la vereda del edificio a la derecha.



Como puede verse en las fotos de abajo, el caminito de piedras rojas está bloqueado por una tapa de acceso a algo, ¿alcantarillas? ¿energía?


Mientras tanto, el camino más sencillo y evidente, que se extiende bien pegado a la pared medianera del Consejo Deliberante... termina en una obstrucción. Hay que mencionar que cuando saqué estas fotos estaban todavía dándole algunos detalles al lugar, y que ese camino en realidad es un acceso a los equipos de aire acondicionado del edificio; no creo que sea realmente parte del paseo peatonal, pero no pueden cerrarlo porque quedaría mal.

 


Como dije, solo queda acceder por la "vereda" que el edificio del fondo comparte con la plaza; lugar que por suerte se puede acceder con rampa, para las personas discapacitadas. De otra manera, estaríamos hablando de la plaza/pasaje más extraña de la ciudad... Un pasaje peatonal al que no se puede acceder.

Pero bueno, a esta zona de la ciudad le sobran rarezas, así que una más...

viernes, 6 de diciembre de 2019

Nueva luminaria en el Monumento a la Bandera

Hace unas semanas me llegaba la noticia de que iban a remover y reemplazar las "bolas de Binner", nombre que jocosamente le pusimos en su momento con mi hermano a las grandes esferas de cemento que enmarcaban la Avenida Belgrano en su cruce con el Monumento a la Bandera. Tenían el nombre porque se pusieron durante la gestión de este dirigente socialista, y bueno, porque eran bolas enormes que, con el tiempo, se habían rajado y cuarteado.

Dentro había luces que iluminaban el camino y, obviamente, ayudaban a visualizarlas y usarlas como bolardos. Una muestra, para el que no las haya visto o ya no las recuerde:



 Yo ya las recuerdo más grandes, por cierto, pero bueno, a veces las cámaras hacen más flacas las cosas, a veces las engordan...

En fin, el pasado 18 de noviembre las inauguraron, luego hubo polémica porque a muchas las habían colocado mal y quedaban expuestos los cables...

Como tenía que ser, cuando pasé la otra noche les saqué fotos.




lunes, 25 de noviembre de 2019

Génova y Antelo, ¿demolición ilegal?

Durante mucho tiempo pasé por ahí, en el colectivo, porque el 146 dobla justo en esa esquina.

Como pueden verse en las fotos, funcionó, al menos en una de las casas, una unidad básica, por un tiempo. Después simplemente, hace unos meses, apareció vallada.

Lamentablemente, hace unos días, en el feriado largo, mientras volvía a casa, pasé y vi que estaba ya demolida parte de la terraza. No vi ningún cartel de obra, y menos un permiso de demolición, por lo que supongo que la cosa fue ilegal, como pasa muchas veces; justamente, aprovechando el fin de semana largo, con un feriado el lunes.




Como puede verse, son dos casas muy diferentes, pero que estaban en el mismo lote; tal vez estaban unidas? No lo sabremos. La valla las silenció a las dos por igual. Por un lado, restos de una construcción típica de principios de siglo XX, una fachada alta con pequeñas molduras, que fue modificada en la parte inferior. Por otro lado, ya bien en la esquina, una estructura tirando a racionalista, con una parte redondeada típica de algunas casas que se ven ya hacia calle Juan José Paso, y restos de elementos del art decó, como los recortes rectangulares en el tapial de la terraza.

A veces no hace falta perder un palacio; una casa humilde como esta es una gran pérdida, y el barrio será menos barrio después de su demolición. Una verdadera pena...

lunes, 18 de noviembre de 2019

Demolición al lado de demolición...

Hace unos días, por casualidad, pasamos por la esquina de San Luis y Primero de Mayo, por temas que no vienen al caso. Sabía muy bien que la parrilla que estaba en esa esquina había sido demolida. Un lote amplio, un negocio que se habría fundido en estos meses, posiblemente, o cuyo alquiler habría subido hasta el infinito y más allá. Lamenté la pérdida, pero no demasiado, porque era un edificio lindo, pero tampoco artístico ni antiguo, y a veces hay que perder algo de lo nuevo para salvar lo antiguo...

Pero al doblas la esquina, vi que la casa de al lado, por San Luis, estaba en proceso de demolición. Y esa sí era linda...

Por lo menos pude sacar alguna fotito... :(





En un primer momento pensé que era parte de la demolición lindera, pero después vi otro cartel, debe tratarse de otro proyecto. Meten edificios en cualquier parte, no era un lote tan grande... Todo es un desastre.

Ahora, encima, rebobinando el tiempo hacia principio de año según GSV, se ve no solo su belleza, sino también que su estado era excelente, al menos por fuera. Lo cual me da más pena, todavía.







Al menos ahora GSV tiene mejor calidad, la verdad es que estas fotos captan cada detalle de su hermosura. Hasta luego, preciosa... esperemos pronto venga alguien que pueda reconstruirte en alguna parte.

lunes, 9 de septiembre de 2019

El ocaso de la librería Longo

Hay lugares que uno siempre transita, pero que no recorre. Rosario está lleno de mis pasos; sin embargo, no siempre estos se detienen lo suficiente como para ver todo, y eso implica que, lamentablemente, se pierden experiencias que luego no se recuperan.

Es lo que me pasó a mí con la librería Longo. Cada cierto tiempo, generalmente porque iba a la Sala Lavardén, que está en la siguiente esquina, pasaba por sus vitrinas. Miraba sus libros sobre la historia de Rosario, y otras cosas más, a muy buenos precios (escritos en carteles muy particulares, con letras de molde sobre papel gastado), sobre las bateas algo polvorientas. Algunas perlas, otras cosas más comunes, algunas obras muy curiosas y solo para entendidos.

Pero siempre, por una cosa o por otra, no entraba. Generalmente frecuentaba librerías de saldo y de viejo como los diversos "Pez Volador", entre otros. Y, además, esto ya no era tan común como otras épocas, en donde podía pasar mucho rato en alguna, casi todas las semanas.

Mal que hice al no entrar nunca. Muy mal.

Hace unas semanas se vino el cerco, y todos temimos lo peor, que la piqueta la redujera a nada. No es para menos. Además del valor edilicio, de su antigüedad, se trata de la librería más antigua de toda la ciudad, como una placa atestigua en la entrada, a la izquierda, apenas entramos.



"Afortunadamente", pronto nos llegaron noticias de que la demolición no era inminente. El cerco perimetral era solo para evitar derrumbes, porque, como muchas otras edificaciones centenarias de la ciudad, no había podido ser mantenida de la mejor manera y ahora sus balcones amenazaban con caerse. Una inspección municipal había alertado de esto a los dueños y les había obligado a cubrir la fachada, de manera que un desprendimiento eventual no cayera sobre un transeúnte.

Sin embargo, estas no son noticias totalmente "buenas". Poco tiempo después alguien que conoce a las dueñas comentó que la liquidación de la librería comenzaba. Ya que no tenían dinero para hacer frente a las reparaciones necesarias, estaban liquidando todo el stock y, evidentemente, cerrando. Se terminaban así muchas décadas de uno de los negocios más longevos de la ciudad.

De manera que, la siguiente vez que tuve que ir a la Lavardén, como tenía algo de tiempo, decidí no dejarlo pasar. A cada costado del cerco, unos carteles rojos con letras blancas rezaban, bien clarito: "abierto, liquidación". Como para meter más sal en la herida.

Entré, y eso fue lo que vi.







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Entré en aquella enorme mansión del tiempo, ya sin prisa ni sin timidez. Si iba a desaparecer, tenía que conocerla; si no, también.

Di unos pasos hacia el mostrador, oculto a la izquierda, y una señora entrada en años me atendió, mientras leía un libro con lupa. Me preguntó si habían puesto los carteles de liquidación en el cerco, porque se lo habían prometido pero ella no había ido a ver. Le dije que sí, que estaban puestos de los dos lados. Se quedó conforme y le dije que miraría un rato, que no tenía mucho tiempo pero que sabía que estaban liquidando y quería conocer el lugar porque nunca había entrado. Atentamente, me dijo que mirara lo que quisiera y consultara, sin problema.

Así lo hice, mirando a veces el edificio en sí, a veces los libros. El tiempo estaba estancado en ese lugar, como si nada se moviera, ni siquiera el aire: el silencio era completo, y desde ciertos lugares ni siquiera podía ver a la señora, ni ella a mí. Era como estar encerrado en una cápsula del tiempo. Los ruidos parecían evaporarse. Saqué estas imágenes, con el celular, y de pronto no tenía mucho más para hacer.

Empecé a recorrer los anaqueles sin orden, buscando algún orden o clasificación. Las mesas del centro, que tenían precio, estaban completamente depredadas y llenas de cosas sin interés o en mal estado. Descubrí una pequeña caja, en una de ellas, con viejas postales y fotografías o dibujos en papel fotográfico, cosas muy extrañas, sin nombres ni nada detrás. Había algunas en donde el dibujo estaba duplicado, como si fueran estampitas dobles, para recortar. Encontré una que tenía, duplicada, una "fotografía" de Juana de Arco, con un nivel de calidad que no podía distinguir si era realmente una foto de alguien posando, disfrazada, o un dibujo, con unos grises bastante nítidos. Dudé en llevarlo como souvenir, pero, me dije, no le daría mucho uso. Quedaría en un cajón, tirada, y no sabría qué hacer con ella. Sería solo un recuerdo sin alma, y nada más. Sin embargo, pensé que alguien que coleccionara postales y tarjetas de ese tipo podría encontrar muchas cosas ahí, cada una a diez pesos.

Después seguí por los estantes, sin ninguna prioridad. De casualidad arranqué con los que tenían libros en otros idiomas, topé con algunos en inglés y así, de pronto, tenía en mis manos uno de tapa dura con cuerina, en una colección que yo conocía, bastante antiguo pero en hermoso estado, de Rudyard Kipling. Poemas en inglés, muchos sobre su estancia en India y el resto de Asia. Pocos días antes había visto una minibiografía suya en un canal de Youtube, y descubierto que su vida había sido, a veces, una verdadera pesadilla. Lo tomé. Tenía que llevarme algo de ahí, cualquier cosa, como recuerdo por si el lugar desaparecía, siempre que no fuera un simple souvenir que luego se quedara sin ser leído. No hay espacio para adornos en mis estantes. La coincidencia fue suficiente y lo tomé: por lo menos integraría mi escasa colección de libros en inglés.

Continué mirando. De pronto tropecé y noté que los problemas edilicios no eran solamente de la fachada. El piso, cubierto de largas piezas de madera, estaba desnivelado; dos cordilleras surcaban toda la librería desde la entrada hasta el fondo. Al dar unos pasos más en dirección a la pared donde estaba el mostrador, vi un fuentón, llenándose lentamente de agua, rodeado de trapos de piso.

La señora seguía, tranquilamente, leyendo con la lupa, acompañada de la antiquísima máquina registradora. Temí que el ruido de mi tropiezo la hubiera alterado, pero no, siguió allí, eterna como ese momento.

Le pregunté entonces si tenía, todavía, alguno de esos libros sobre la historia de Rosario que yo había sabido ver en las vitrinas, tiempo atrás, no mucho tiempo atrás. Me dijo cordialmente que los había vendido a todos, y que ya poco o nada quedaba. Había llegado demasiado tarde.

Hacia el fondo descubrí una sección de libros y revistas sobre historia. No sé si por estar allí, junto a las paredes descascaradas, o por simple ironía, el mismo tiempo se había ensañado con el material de esa sección. Algunos libros estaban deshaciéndose; otros estaban cubiertos de un fino polvillo que no acerté a saber si era tierra, arenilla del cieloraso o simple papel en proceso de desintegración. El tiempo venía a reclamar lo suyo. De pronto, me di cuenta de lo difícil que me estaba resultando encontrar algo interesante. Había muchas revistas de los diarios, de esas que simplemente se tiran o se usan para que los chicos recorten. Gran parte del material, si era nuevo, no tenía valor comercial, justamente porque eran suplementos gratuitos de diarios o similares; en contraste, muchos de los libros estaban deteriorados, a veces en un estado tan lamentable que me daba medio tomarlo: los hubiera matado con mi tacto, y ellos me hubieran retribuido el gesto entrando, como fantasmas enojados, por mi nariz y boca. Solo acá y allá coincidían las dos cosas: algo valioso, al menos para alguien, y en un relativo buen estado. Sin embargo, no había nada que me emocionara como el libro anterior.

Entonces encontré una revista de historia. La ojeé y recordé haber comprado o visto otra similar, tiempo atrás. Como tenía algunos artículos sobre temas que me interesaban, decidí sumarla al libro de Kipling.

Husmeé algo más. Tuve la sensación de estar picoteando un cadáver ya desarmado por otros buitres; a la sensación triste de estar escarbando muerte, se le sumó el hecho de que poco o nada había encontrado, apenas un par de hebras de carne.

Fui al mostrador deseando, de alguna manera, poder ayudar con esos granitos de arena. Deseé con todo mi corazón haber encontrado algo valioso, poder pagarlo con una fortuna y salvar aquél lugar. Pero no.

La señora me preguntó dónde había encontrado el libro de Kipling; le indiqué el lugar y dijo algo sobre que había sido de su colección y que bueno, ya no tenía sentido quedarse con esos libros porque, incluso con la lupa, ya le costaba leer. 50 pesos por ese, 50 por la revista (y era, creo, la única en buenas condiciones que quedaba).

Creo que hablamos algunas palabras más, pero ese momento ya era parte de la eternidad; alargarlo solo hubiera sido estirar el infinito. Me hubiera quedado ahí siglos, pero en realidad ya nada podía hacer, aprender o comprar: había llegado tarde. El tiempo allí se mantenía estancado, pero afuera la fachada seguía con peligro de derrumbe, las librerías seguían desapareciendo (ella me había contado que tres, en las cercanías, ya se habían fundido) y los libros ya no llegaban, como antes, para ser comprados y vendidos. Así que la saludé, le dije que más adelante tal vez volvería y ella me dijo que era bienvenido, y me fui, pensando todavía en la estampa doble de Juana de Arco, hermosa y antigua como ella sola, pensando que por solo 10 pesos podría ser mía, eternamente mía, y que tal vez me traería suerte, como un trébol blanco de cuatro hojas, doblado por la humedad pero todavía poderoso, escondido en un cajón de mi biblioteca, siendo hallada por algún hijo o hija que todavía no existe, haciendo levantar una ceja llena de sorpresa y curiosidad.

Es la excusa que tengo para volver, supongo.


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Así que así es como luce ahora el edificio. A través de la abertura de la izquierda se puede ingresar a un pequeño "zaguán", desde donde podemos ver las dos ventanas con los escasos libros que quedan, y la puerta para entrar. Esperemos que la fortuna permita salvar al menos el edificio, y en el mejor de los casos, la librería en sí; que si sus actuales dueñas no pueden hacerlo, que al menos otros emprendedores lo hagan, manteniendo el nombre y la tradición que la caracteriza. Hay lugares así que hay que mantener a toda costa, aunque sean menores, sutiles, a veces imperceptibles.



miércoles, 28 de agosto de 2019

Siguen demoliendo calle San Juan al 1100

Tal vez no sea una pérdida artística, ni patrimonial, porque eran edificios abandonados, sin mucho de nada, simples locales que en otra época florecieron... A lo mejor no tenían historia, ni abolengo, ni mucho valor arquitectónico... Pero me dio pena pasar por ahí el otro día y ver que había un pozo enorme, gigantesco, como si nos hubieran arrancado algo gigante...

Hacía rato que todo estaba vallado, como se ve en la foto. Y como el cerco tenía el mismo número, era evidente que alguien había comprado todo. Y que lo más probable era eso...

Igualmente, me había olvidado del tema, y cuando pasé, ya no quedaba nada.

Es la "zona muerta" de calle San Juan. Como dije, no eran joyas artísticas, pero ciertamente eran valiosos, al igual que los otros que están siendo destruidos en esa cuadra, al igual que la Galería De Dominicis, la primera que tuvo la ciudad. Tres locales comerciales y un estacionamiento grande. Podrían haber albergado ferreterías, panaderías, otros emprendimientos. El estacionamiento, ciertamente, no le hubiera venido mal a la zona.

Ahora hay un gran pozo, uno ENORME. Otra compañía inmobiliaria se llenará de dinero creando jaulas de mala calidad para personas que no las pueden comprar, en uno de los lugares más atestados de la ciudad, justo a la vuelta de calle San Luis. En definitiva, la gente rica será más rica y la gente sin tanta plata, vivirá mal.

¿Y la zona? La Municipalidad, hace tiempo, dijo que iba a tratar de reactivarla. Lo único que hicieron fue poner luces LED. Las veredas siguen igual de rotas, no ofrecieron nada a los frentistas ni a los negocios (alguna rebaja de impuestos si te ibas a instalar ahí, por ejemplo). Obviamente, comprar edificios venidos a menos en la zona debe ser negocio.

De nuevo, una enorme, enorme pajarera que atascará más esa parte de la ciudad con tránsito, gente, malos servicios. Y mientras tanto, cada vez quedan menos lugares para nuevos negocios, porque negocio que se tira se hace edificio.

Sigamos así y pronto no quedará nada. Solo espero que la nueva administración municipal cambie las reglas, al menos un poco, para que sea más beneficioso remodelar que demoler.

viernes, 16 de agosto de 2019

Paseo bajo el viaducto Avellaneda, por calle Tucumán

El otro día pasé a visitar a un amigo que vive en una zona particular. O mejor dicho, la zona en sí no tiene nada en particular, sino más bien lo que la atraviesa. Y es eso lo que la define.

 Y eso que lo atraviesa es el Viaducto Avellaneda, que fue construido para poder superar las vías del tren, a mediados del siglo XX.

La cuestión es que es un puente enoooorme, que sortea un obstáculo insalvable en ese punto para peatones y vehículos, ya que no es un simple cruce de vías, sino toda una zona de maniobras y almacenamiento de trenes.

Recuerdo que la primera vez que lo fui a visitar, como el colectivo me deja un poco lejos, pensé que tendría que rodearlo, pero no, resultó que a esa altura podía pasar por debajo, pero primero, me topé con esta preciosura:




Se trata de una preciosa casa con rasgos neocoloniales, que ahora funciona como jardín de infantes. Por fuera está como nueva, hermosamente cuidada. Me encanta encontrar estos caserones como jardines y ese tipo de instituciones, porque generalmente los dueños se encargan de mantener en muy buen estado las fachadas, y además las alegran con vivos colores. Esta está casi en la esquina de Tucumán y Lavalle (Tucumán al 3900).

Siguiendo por Tucumán, cuando uno ya presiente el viaducto, de pronto me encontré con esto. Un edificio finito!!! Por cómo está hecho y ubicado, junto a una playa de estacionamiento de un hipermercado mayorista., es evidente que han ahuecado un edificio mucho más grande para ubicar en el centro el estacionamiento, pero al menos una parte ha quedado (abajo, donde está la chimenea, se advierte que esa parte de la fachada fue un tapial con rejas y columnas, posiblemente una parte de la entrada). No tengo más datos sobre el edificio, o cuando se hizo esta masacre... Al menos no se perdió todo. Aparentemente sigue siendo edificio de viviendas, con entrada a la calle y todo.

El edificio finito, viniendo por Tucumán.

El mismo edificio, visto de frente. La verdad, desde acá no se puede adivinar
nada de lo anterior. Una cosa muy curiosa.

Y después viene el viaducto en sí... Recuerdo que, cuando era chico, el viejo 56 (luego fue el 111 y ahora el 101, desde hace rato) pasaba por abajo, tomando por una calle paralela, luego haciendo una U y volviendo por la otra paralela. Era una zona "jodida", por la poca iluminación y porque justamente era un "cul de sac", una zona en la que uno no sabía para donde disparar si te querían robar o algo. No tenía a nadie que viviera por ahí, así que siempre pasaba de largo. El hecho de estar cerca de las vías agregaba misterio y peligro (que no sé si era real). En esa época todo estaba pintado de un color pardo claro.

Sin embargo, hace tiempo la Municipalidad encabezó una campaña para pintar estos lugares con colores menos... depresivos y sucios. Además de iluminar mejor la zona, es un placer pasar ahora por ahí, con semejante decoración.




Toda la "panza" del viaducto está pintada así, al igual que sus laterales, cubierto totalmente de dos tonos de verdes llamativos; lamentablemente no pude sacarle fotos a todas las partes porque no quería parecer turista japonés :P Pero creo que se hacen una idea.

Y finalmente, llegué a donde quería llegar (en esta entrada; ese día quería llegar a la casa de mi amigo)


Siempre quise ver de a pie esta casa, cuya parte superior puede verse cuando uno transita por el viaducto (está justo del otro lado de donde yo venía). Aunque algo deteriorada y con reformas, es un hermoso ejemplo de arquitectura neocolonial en dos plantas. Les dejo algunas fotos más.





El detalle del nido de hornero en el centro es genial. Lamentablemente, como dije antes, merecería una buena mano de pintura blanca, sobre todo en el coronamiento, además de una limpieza previa, claro está. Pero sigue ahí  y eso ya es mucho.

Recomiendo mucho visitar el barrio. Como estaba apurado y tenía las manos ocupadas, no pude sacar más fotos, pero en pocas cuadras, por Tucumán, pude descubrir mucha casas hermosas, algunas antiguas, otras nuevas y más modernas, que insisten en que la arquitectura no tiene que ser antigua para ser bella.

lunes, 1 de abril de 2019

La Plaza Árabe y el Pasaje Tarrico (III)

Sí, ya sé que le cambié el nombre de la plaza, pero es la tercer parte de todo el informe, así que así se queda.

Faltaba explorar lo que habíamos comentado en la entrada anterior. La supuesta continuación del Pasaje Tarrico comunicaba con la Plaza Árabe, así que tenía que visitarlos y romper con la tradición de pasar por enfrente y no entrar.


Lo que comenté de la garita de seguridad se hizo realidad. Cuando entramos, cámara de foto en mano, el guardia salió... no dijo nada, pero estaba. Eso me molestó un poco, porque no íbamos a hacer nada malo. Pero la cámara de pronto dejó de andar (de nuevo las baterías...) así que la guardé y como no hacíamos nada, el guardia se volvió meter en su garita.

Así pude sacar estas dos fotos: la primera del Monumento cómo se ve desde allí, y la otra del pasaje en general, que está en muchas mejores condiciones que la otra parte.



Sin embargo, lo de buenas condiciones es solo para el piso... lo demás es de terror. Lo dicen mejor que yo las fotos que veremos más abajo. Pero al caminar por el pasaje me di cuenta del por qué de la garita. Tal vez en su primer momento era para cuidar el material de construcción o el acceso al edificio en construcción, pero ahora es para lo segundo solamente. No le saqué fotos porque el guardia estaba dando vueltas, pero al parecer ese edificio tan hermoso y vidriado está vacío. Se anuncia un showroom pero no pasó nadie, nadie entró, no hay ningún signo de vida en la construcción. Para mí que es otro de esos fraudes o fiascos inmobiliarios, lo cual explicaría el por qué del parate con lo del pasaje: se hizo la cáscara, después no hubo plata, no vino nadie a vivir, y listo, la empresa ya no se hace cargo de nada. Salvo de la garita y del guardia. Esto está así desde hace años... así que imaginen el desperdicio.

El otro desperdicio es la plaza en sí. Nadie se hace cargo de las medianeras, por lo que están los ladrillos a la vista, un peligro para la conservación de los edificios. Una pared pide sororidad mientras las otras tienen mensajes mucho más desgastados e ilegibles. Realmente da mucha pena... Y es la plaza del Consejo Delirante. Dice mucho sobre los políticos locales.








Estos son los fondos del edificio que está vallado por peligro de derrumbe.
realmente una pena... un desperdicio tremendo además de un peligro.

En esta parte del pasaje, solo tenemos para ver estas paredes deterioradas y el edificio sin habitar. Así que doblamos y fuimos a la Plaza Árabe... o mejor podríamos llamarla la Plaza Olvidada (y queda bien para emparejarla con la Plaza Oculta).

En ella hay una placa por cada nación árabe homenajeada, con su correspondiente bandera nacional y placa. Lamentablemente, como pueden ver... está muy deteriorada y abandonada. Cualquier inmigrante árabe al menos te putea si va ahí y ve su bandera tan maltratada.













Como puede verse, muchas están desgastadas e incluso dos banderas faltan por completo (la de Libia tampoco está, pero la placa no está arrancada). No está la de Kuwait y la otra no se puede ver porque esa plaquita está borrada, igual que otras en donde no se puede ver del todo bien el nombre del país. Sin ir más lejos, la misma bandera argentina es una de las más castigadas por el desgaste.

No había mucho más para ver. Los dejo con el mural que está frente a este tapial lleno de banderas gastadas. Creo que es lo único más o menos lindo de toda la plaza, que por lo menos tiene el césped en buen estado... pero nada más.