Es un amigo silencioso de muchas caminatas, porque suelo pasar con el colectivo o bajarme en la parada cercana para ir a otras partes.
Hace tiempo lo veo así, maltratado, abandonado, seco, cuarteado. Y sin embargo, sigue siendo ese compañero silencioso que tanto aprecio.
Y después, un día, lo vi cubierto, y sufrí. Lo vi tapado en parte por las mortajas de la demolición, y sufrí un poco. Después lo vi con los carteles de obra, y me enteré que hubo un incidente laboral por un derrumbe dentro de la misma.
Ayer bajé del colectivo y vi a dos operarios partiéndolo al medio con cortafierros y martillos.
Fúnebremente, seguí escuchando los martillazos mientras me alejaba; incluso a la vuelta de la esquina.
Ahora temo volver y no encontrarlo más. Espero que lo reciclen, que lo mejoren, que le den nueva vida. Que resucite y ya no esté tan silencioso, cuarteado, gris y seco. Pero temo lo peor, temo volver y no encontrarlo más.
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