Pocos son los misterios que se manifiestan continuamente en el mismo lugar. La mayoría son efímeros; quedan en la mente y en el recuerdo, pero no pasan de allí. Aunque no se resuelvan, generalmente desaparecen y no sabemos más de ellos.
Diferente es el caso de lo que sucede en República Dominicana y Gorriti, desde hace años, décadas. En esa esquina algún vecino, anónimo para mí, desarma regularmente automóviles. Algo no muy común (aunque conozco algún que otro desarmadero/taller mecánico que trabaja sobre la vereda). Sin embargo, aquí todo destaca por la limpieza y el cuidado del proceso, así como por su lentitud. Y sobre todo, porque los únicos autos que se desarman son Citroën Ami 8.
A veces uno, a veces dos, a veces hasta tres, estos automóviles, frecuentes en las calles argentinas de los 80s y los 90s, terminan sus días silenciosamente bajo el sol de esa esquina. Cada vez que paso por allí los encuentro, apenas un poco menos enteros, hasta que desaparecen y son reemplazados por otros.
El misterio es doble. Por un lado, ¿por qué sólo los Ami 8? En segundo lugar, ¿para qué el desguace? Vale aclarar que no recuerdo haberlos visto nunca con el motor dentro. Son simples carrocerías, casi siempre sin asientos y a veces con ruedas faltantes. Además, no se trata de un vehículo clásico o famoso, como pueden ser los Ford Falcon o los Torino. No veo a nadie pagando pequeñas fortunas por piezas de este tipo para restaurar un vehículo que si bien fue exitoso en su época, no es un clásico ni un vehículo emblemático.
Así que el misterio continúa. A pesar de que se los dejó de fabricar hace ya casi dos décadas y media, los silenciosos Ami 8 de República Dominicana y Gorriti siguen yendo a morir en este cementerio, en la esquina soleada de un barrio callado y silencioso.
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